Los humanos están transformando los paisajes naturales de la Tierra de manera tan dramática que hasta un número tan grande como un millón de especies vegetales y animales están en peligro de extinción, lo que representa una amenaza grave a los ecosistemas de los que personas de todo el mundo dependen para su supervivencia, concluyó un nuevo estudio exhaustivo de las Naciones Unidas.
El informe de 1500 páginas, compilado por cientos de expertos internacionales y basado en miles de estudios científicos, es la mirada más detallada que existe al declive de la biodiversidad en todo el planeta y a los peligros que crea para la civilización humana. Un resumen de sus hallazgos, que fue aprobado por sus representantes de Estados Unidos y otros 131 países, se presentó este 6 de mayo en París. El informe completo se publicará en el transcurso de este año.
Sus conclusiones son desoladoras. En la mayoría de los principales hábitats terrestres, desde las sabanas de África hasta las selvas de Sudamérica, la abundancia promedio de la vida vegetal y animal nativa ha decaído un 20 por ciento o más, principalmente durante el siglo pasado. Con una población mundial de más de siete mil millones de habitantes, las actividades como la agricultura, la tala, la casa ilegal, la pesca y la minería están alterando el mundo natural a un ritmo “sin precedentes en la historia de la humanidad”.
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Al mismo tiempo, una nueva amenaza ha surgido según este análisis: el calentamiento global se ha convertido en uno de los principales impulsores del declive de la vida silvestre pues modifica o reduce los climas locales en los que muchos mamíferos, aves, insectos, peces y plantas evolucionaron para sobrevivir.
Como resultado, se proyecta que la pérdida de biodiversidad se acelerará hacia 2050, particularmente en los trópicos, a menos que los países aumenten drásticamente sus esfuerzos de conservación.
El informe no es el primero en pintar un retrato sombrío de los ecosistemas de la Tierra. Sin embargo, va más allá al detallar qué tan íntimamente el ser humano está entrelazado con el destino de otras especies.
“Durante un largo tiempo, las personas solo pensaron sobre la biodiversidad como salvar la naturaleza por su propio bien”, dijo Robert Watson, miembro de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), que encabezó el análisis por solicitud de los gobiernos nacionales. “Pero este informe evidencia los vínculos entre la biodiversidad y la naturaleza y asuntos como la seguridad alimentaria y el agua limpia, tanto en países ricos como en los pobres”.
Un informe previo del grupo había estimado que, en el continente americano, la naturaleza brinda alrededor de veinticuatro billones de beneficios no monetarios a los humanos cada año. La selva del Amazonas absorbe inmensas cantidades de dióxido de carbono y ayuda a lentificar el ritmo del calentamiento global. Los humedales purifican el agua potable. Los arrecifes de coral sustentan el turismo y la pesca en el Caribe. Las plantas tropicales exóticas forman la base de una variedad de medicinas.
No obstante, a medida que estos paisajes naturales se marchitan y se vuelven menos ricos biológicamente, los servicios que pueden brindar a los humanos han disminuido.
Los humanos están produciendo más alimentos que nunca, pero la degradación de la tierra ya está dañando la productividad agrícola en el 23 por ciento del área terrestre del planeta, según el nuevo informe. El declive de abejas silvestres y otros insectos que ayudan a polinizar frutas y vegetales pone en riesgo hasta 577.000 millones de dólares en cosechas anuales. La pérdida de manglares y arrecifes de coral a lo largo de las costas podría exponer hasta a trescientos millones de personas a un riesgo mayor de inundaciones.
Los autores destacan que la devastación de la naturaleza se ha vuelto tan grave que los esfuerzos realizados para proteger a especies individuales o para crear refugios de la vida silvestre ya no serán suficientes. En cambio, exhortan a “cambios transformadores” que incluyan desalentar el consumo inútil, reducir la huella ambiental de la agricultura y combatir con medidas drásticas la tala y la pesca ilegales.
“Ya no es suficiente enfocarnos solamente en la política ambiental”, dijo Sandra M. Díaz, una de los principales autores del estudio y ecologista de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina. “Necesitamos incluir consideraciones para la biodiversidad en las decisiones de comercio y de infraestructura, de la manera en que la salud o los derechos humanos están incluidos en cada aspecto de la toma de decisiones sociales y económicas”.
Los científicos han catalogado solo una fracción de las criaturas vivas, alrededor de 1,3 millones; el informe estima que podría haber hasta 8 millones de especies vegetales y animales en el planeta, la mayoría de ellas correspondientes a los insectos. Desde 1500, por lo menos 680 especies han desaparecido, incluida la tortuga gigante de Pinta de las Galápagos y el zorro volador de Guam.
Aunque expertos externos previnieron que podría ser difícil hacer pronósticos precisos, el informe advierte que se avecina una crisis de extinción, pues el ritmo de extinción actualmente es entre decenas y cientos de veces más rápido que lo que había sido en los diez millones de años pasados.
“Las acciones humanas amenazan ahora más que nunca a más especies con la extinción global”, concluye el informe, en el que se calcula que “alrededor de un millón de especies ya enfrentan la extinción, muchas dentro de las próximas décadas, a menos que se tomen acciones”.
Si las naciones no aumentan sus esfuerzos para proteger los hábitats naturales restantes, podrían atestiguar la desaparición del 40 por ciento de las especies anfibias, un tercio de los mamíferos marinos y un tercio de los corales que forman arrecifes. Más de quinientas mil especies terrestres, menciona el informe, no tienen suficiente hábitat natural restante para asegurar su supervivencia a largo plazo.
El informe sí contiene destellos de esperanza. Cuando los gobiernos han actuado con determinación para proteger a las especies amenazadas, como al órix de Arabia o al shama de Seychelles, han logrado evitar la extinción en muchos casos. Además, las naciones han protegido más del 15 por ciento de la tierra del planeta y el 7 por ciento de sus océanos al establecer reservas naturales y áreas de vida silvestre.
Aun así, solo una fracción de sus áreas más importantes para la biodiversidad han sido protegidas y muchas reservas naturales obligan pocas veces a cumplir las prohibiciones contra la caza, la tala o la pesca ilegales. El cambio climático también podría socavar los refugios de la vida silvestre existentes al modificar los rangos geográficos de las especies que actualmente viven dentro de ellos.
Así que, además de estar a favor de la expansión de las áreas protegidas, los autores delinean un amplio conjunto de cambios con el objetivo de limitar aquellas acciones que fomentan la pérdida de biodiversidad.
Los granjeros y los agricultores tendrían que adoptar nuevas técnicas para cultivar más alimento en terrenos más reducidos. Los consumidores en los países ricos tendrían que desperdiciar menos comida y volverse más eficientes en su uso de recursos naturales. Los gobiernos de todo el mundo tendrían que fortalecer y hacer cumplir las leyes ambientales, combatir la tala y la pesca ilegales, así como reducir el flujo de metales pesados y aguas residuales sin tratar.
Los autores también señalan que los esfuerzos para limitar el calentamiento global serán críticos, aunque advierten que el desarrollo de biocombustibles para reducir las emisiones podrían dañar a la biodiversidad al destruir más los bosques.
En los próximos dos años, diplomáticos de todo el mundo se reunirán para varios encuentros de la Convención sobre Diversidad Biológica para discutir cómo pueden incrementar sus esfuerzos de conservación. Aun así, incluso en la posibilidad más optimista del nuevo informe, hacia 2050 las naciones del mundo solo lentificarían el declive de la biodiversidad, no lo detendrían.
“En este punto, todas nuestras opciones son sobre control de daños”, dijo Jake Rice, un científico pesquero que condujo un informe previo sobre biodiversidad en el continente americano.