Ezequiel Nuñes Pinheiro tiene 22 años y vive junto a sus padres y hermanos en una casa IPRODHA, en el barrio Eldorado 2. Se trata de un joven retraído y sin muchos amigos.
En 2019 Ezequiel fue a Buenos aires a rendir el examen para entrar en la Gendarmería. Sin embargo fue rechazado por la prueba física. Después de eso, volvió a su casa en Eldorado. En aquel momento, su padre le pidió a un amigo, César Escobar, si podía ofrecerle un trabajo en su negocio de celulares, ubicado en el centro de la ciudad.
Este joven, debido a sus conocimientos e intereses por la tecnología y que había iniciado su experiencia laboral en la tienda de celulares, terminó siendo el responsable de un escándalo político a nivel nacional.
Una “guerra” política que llevó al presidente Alberto Fernández a impulsar un inédito pedido de Juicio Político a todos los miembros de la Corte Suprema de Justicia, que aún está en debate, la paralización total de la actividad en el Congreso y posterior renuncia del Ministro de Seguridad porteño.
Toda aquella problemática la desató “sin querer queriendo” Ezequiel, quien trabaja en la tienda de celulares desde 2020, durante la pandemia. El joven comenzó por aprender a reparar celulares y poco a poco se fue metiendo en un oscuro submundo de grupos compra-venta de objeto de dudosa legalidad y el lado “oscuro” del internet.
Un ciberespacio donde no invitan a cualquiera, y que da acceso a transferencias en criptomonedas, compra y venta de cuentas de todo tipo y acceso a bases de datos que no puede llegar una persona normal con una conexión wi-fi y una computadora.
Así fue como Ezequiel, en soledad y sin ayuda de nadie, aprendió a duplicar las tarjetas SIM de cualquier teléfono celular.
Una operación que se denomina “SIM Swap” y que permite a quien la hace bajar información, datos y descargar chats de una cuenta de telefonía celular en ese breve lapso que siempre hay entre que una persona pierde su teléfono y bloquea o cierra sus cuentas.
Así fue como el 19 de octubre del año pasado, a las 15.26 horas (según figura en la causa que lleva adelante la fiscal de la Justicia porteña, Daniela Dupuy) Ezequiel Nuñes copió varias SIM de una serie de personajes muy conocidos de la política nacional, pero absolutamente desconocidos para un misionero de 22 años que “vive en otra” y como cualquiera de su generación están muy poco interesado por la política.
Uno de ellos era la de el Ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro. También estaban el vicejefe de gobierno de CABA, Diego Santilli, y el juez Gustavo Hornos, involucrado en causas de alto voltaje político y acusado por los kirchneristas de parcialidad.
Nuñes no tenía ni idea quienes eran esos personajes, como es lógico en cualquier chico de 22 años, que no tiene ningún interés por la política ni sigue las noticias. Cobró 14.000 pesos por hacer ese “trabajo” que se lo pagaron en criptomonedas y luego cambió a efectivo en una cuenta de Mercado Pago.
Como se sabe, esos chats de Marcelo D’Alessandro revelaron una serie de contactos entre ese funcionario porteño y un colaborador del titular de la Corte Suprema, Horacio Rossatti, que el Gobierno de Alberto Fernández aprovechó como excusa para pedir el Juicio Político a la CSJ.
La “pinchadura” de Ezequiel Nunes al teléfono porteño desató además una verdadera caza de brujas por parte de la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, que buscando defender a su lado de la “grieta” empezaron a indagar sobre quién es el que realizó la maniobra.
Como es de suponer, Juntos por el Cambio sospecha (y quiere probar) que el “hackeo” al teléfono (técnicamente no fue un hackeo) lo realizó alguien a pedido de la Casa Rosada o el Instituto Patria o algún personaje lo más cercano a Cristina Kirchner o a Alberto Fernández posible.
Mientras el otro lado de la grieta, el kirchnerismo, desprecia el detalle sobre el origen de los chats, recalca que son verdaderos (D’Alessandro confirmó que son de él) e insiste con la supuesta connivencia entre el gobierno porteño y la CSJ.
De la noche a la mañana la cabeza de Ezequiel Nuñes pasó a tener un precio muy alto y su familia, trabajadora, común y corriente, a los ojos de los investigadores porteños son el eslabón de una sofisticada banda que actúa por pedido de poderosos.
A partir de allí empezó otro capítulo de una odisea que hoy están viviendo los Nuñes Pinheiro y otras dos familias misioneras (Cesar Escobar y su mujer, Cecilia Mercado; y Antonio Aquino, amigo de estos y ex socio).
Todos ellos, acusados de espionaje informático, a los que les endilgaron todo tipo de conductas supuestamente delictivas, que son en rigor hechos comunes para un misionero medio, como viajar a Brasil o cruzar a Paraguay. Tener un Audi modelo 2013 o una camioneta doble cabina.
En todo eso se basó la investigación que fue tejiendo la fiscal porteña Daniela Dupuy y la Unidad Fiscal Especializada en Delitos Informáticos de CABA, que incluyó el envío de agentes porteños que estuvieron -en secreto- varios días indagando y vigilando a los Nunes Pinheiro y los Escobar-Mercado, y a Antonio Aquino.
Hasta que como se mencionó, el 27 de marzo pasado llegaron las órdenes de allanamiento y comenzó otra odisea para todos esos involucrados.
Los efectivos de la Policía porteña que ingresaron al domicilio de los Nuñes Pinheiro se percataron de inmediato por donde iba la cosa y que no eran la clase de gente que imaginaron los investigadores.
“Cuando me vieron con mi hija, adentro de la casa, se dieron cuenta enseguida quiénes éramos, bajaron diez cambios, se sacaron los chalecos y siguieron con el allanamiento pero con otra actitud”, contó Ivana Rodríguez.
Rodríguez y el padre de Ezequiel, Elías Nuñes, charlaron brevemente con este diario en la puerta de su vivienda, aunque se excusaron de otorgar una entrevista y tampoco permitieron que se les sacara fotografías.
No quedaron detenidos por la fiscal Dupuy, pero la causa sigue adelante y el lunes tienen que acompañar a Ezequiel a declarar otra vez.
Tienen miedo porque siguen involucrados en una causa por espionaje y esperan que la Justicia porteña los deje en paz y los deje ir.
Pero claro, como cualquier persona que no tiene antecedentes y nunca fue a la cárcel, cuando todo esto estalló, tuvieron miedo y no sabían a quién recurrir. “No conocíamos a ningún abogado”, explicaron.
A partir del allanamiento tuvieron que salir a conseguir un profesional gastando buena parte de los ahorros indispensables para vivir hasta que Elías vuelva a trabajar, ya que actualmente está desempleado.
El se dedica a la construcción y tiene un vínculo laboral con una de las principales empresas del país, pero cobra cuando trabaja y no siempre hay trabajo.
“Desde los 19 años trabajo para una empresa de Techint y viajo mucho por eso”, contó. Desde diciembre no tiene tareas.
El lunes tendrán que cargarle nafta a su viejo Gol, a pagar de su propio bolsillo, para acompañar en los 1.200 kilómetros hasta la Capital Federal para que Ezequiel realice una ampliación de la indagatoria ante la fiscal.
El lunes 27 los otros implicados también se tomaron el colectivo 12 horas ida y otras tantas de vuelta para declarar ante Dupuy y la Justicia porteña.
“Viajamos 24 horas para estar unos minutos”, señaló César Escobar, quien también charló brevemente con Plan B y también explicó que no puede dar entrevistas por consejo de su abogado.
Estaba junto a Aquino, y los dos piden que les devuelvan los celulares que la Justicia se llevó, incluyendo cuatro aparatos que los clientes dejaron para reparar y hoy reclaman.
Todos ellos quedaron endosados a una causa por el simple hecho de haberle dado trabajo o estar cerca de Ezequiel Nuñez, el inteligente misionero que supo cómo acceder a los teléfonos ajenos, casi como un juego.
¿Qué hizo el chico Ezequiel Nuñes Pinheiro con el celular de D’Alessandro?
El día 27 de marzo pasado el mediodía, finalmente Ezequiel Nuñes se sentó frente a la fiscal Dupuy y otros funcionarios judiciales e investigadores en las oficinas que la Unidad Fiscal Especialidad en Delitos Informáticos tiene en CABA.
Estaban todos en vilo por lo que ese chico de 22 años iba a decir, a quién iba a señalar, quién podía caer, que nuevo terremoto político podía desatar las palabras de este joven misionero.
Le leyeron sus derechos, y le avisaron que podía negarse a declarar, como prevé la Constitución y aguardaron en vilo su respuesta, pensando que se iba a negar:
Pero Ezequiel los sorprendió: “Sí, yo voy a declarar”.
Esto es lo que contó:
En el 2019 fue a rendir el exámen para entrar en Gendarmería y lo bocharon. Volvió a su casa en Eldorado hasta que su padre le consiguió trabajo.
“Mis primeras tareas eran de atención y luego, por cuenta propia, aprendí a arreglar celulares”, señaló.
En el 2021 se instaló una cuenta de Telegram y la vinculó con su línea de celular, su objetivo era comprar juegos de PlayStation porque había observado en un grupo de Facebook que se podían revender.
Entró a un grupo de Telegram con miles de usuarios que se llamaba “Negocios Argentina” donde se vendía de todo, cosas lícitas y otras no tanto, como bloqueadores de señal de celular.
Lo contactó un alias con el nombre de “ComisarioLopez” a quien le compró un acceso a una cuenta primaria de PlayStation Network para descargar y usar los juegos asociados a esa cuenta.
“ComisarioLopez” que usaba una foto de los Simpson como identificación, le recomendó que no operara con su nombre real y Ezequiel así lo hizo y se puso un alias, como el resto.
Ese contacto luego le ofreció acceso a otros grupos más restringidos y ordenados con los nombres “Argentina Domina” y “Todo al 50% Argentina”.
Al entrar a esos grupos, Ezequiel aprendió que hay usuarios con un determinado prestigio y otros que están “quemados” porque no cumplieron con su parte en distintas transacciones (como la reputación de Mercado Libre).
“Ahí me di cuenta que se compraban y vendían accesos a cuentas de todo tipo”, contó Ezequiel, quien fue a vender una cuenta de humor negro de Instagram de su propiedad, que vendió por 2000 pesos.
Ahí fue cuando aprendió de casualidad a hacer la operación de SIM Swap.
Tenía un número de celular asociado a esa cuenta de Instagram que ya no poseía y para recuperarla, utilizó una SIM Card de autogestión (que están en blanco y no están asociadas a un número), entró número, DNI, fecha de nacimiento, y recuperó la línea.,
“Ahí me di cuenta que podía recuperar un número y no me pedían muchos datos”, explicó a los investigadores, que lo miraban asombrados.
Entonces, empezó a ofrecer recuperos de tarjetas SIM de Movistar y pidió que le mandaran mensajes directos.
Así fue que se contactó con un misterioso usuario (como todos ahí) que se hacía llamar “pr1sox” quien le preguntó si hacía recuperos de SIM.
“Esa persona le regaló un acceso a la cuenta DARK PFA”, explicó. Pausa, todos lo miraron desconcertados: ¿Qué es DAR PFA?
“Es una plataforma donde puedo buscar el dato que yo quiera”, señaló Ezequiel.
“Allí podía consultar nombre, apellido, DNI, número de trámite, patentes y números de teléfonos”, señaló.
Además, Ezequiel sabía entrar a la base de informes de Nosis desde la APP (MiNosis) para recabar más datos y recuperaba (copiaba) SIM, como una “changa” más, un ingreso extra.
En agosto del año pasado, se contactó con el otro usuario misterioso apodado “ElJuanxd” y le empezó a pasar números para que realizara el recupero de teléfonos.
“A veces me pasaba con los datos, a veces solo el número de teléfono”, relató.
En un momento, Ezequiel le preguntó al usuario para qué quería esos recuperos de SIM y el usuario le respondió que era “para averiguar infidelidades”.
Cuando le preguntaron de dónde realizaba esos recuperos y dónde se conectaba, Ezequiel contó que lo hacía desde la casa o desde los locales de Escobar-Mercado donde trabajaba en la calle Iguazú (GSM y JyC Electronic).
Así fue como ese usuario le pidió que entrara al teléfono de Marcelo D’Alessandro, cosa que Ezequiel hizo sin sospechar quién era y qué podía tener su teléfono o las consecuencias políticas y ahora judiciales para su familia de ese acto.
Recuperó los datos de D’Alessandro, como número de trámite de DNI y otros, ingresando a la base de Nosis y del Renaper (Registro de las Personas) hizo el SIM Swap.
“Una vez recuperada la línea le avisé al usuario de Telegram que ya estaba activa, me llegó un código para reestablecer la línea de D’Alessandro, le pasé el código a “ElJuanxd”, saqué el chip y lo rompí inmediatamente”, explicó.
Ezequiel terminó el trabajo, dijo que cobró entre 12 y 15.000 pesos y los gastó en el supermercado y algo de ropa.
Es que ese dinero no alcanza para mucho más.
FUENTE: Plan B.
Redacción: Martín Boer.