“Fue algo horrible, nos salió todo mal desde el día que salimos de nuestra casa”. Son las palabras de trabajadores misioneros rescatados de los campos brasileños contaron el calvario que vivieron. Continúan en Brasil con custodia policial y temen por su seguridad al pasar la frontera. Aseguran recibir muchas amenazas por parte de los contratistas que los llevaron a trabajar a los viñedos.
Conservadora y corta, de poco más de dos líneas, la Ley Nº 3.353, la llamada Ley Áurea, decretó, el día 13 de mayo de 1888, el fin legal de la esclavitud en Brasil. Si bien, la esclavitud tuvo su fin desde el punto de vista legal hace más de 130 años, en la práctica, lejos está de concretarse en algunos sectores rurales.
Una veintena de misioneros sobrevivieron a una pesadilla, al ser rescatados por el Ministerio de Trabajo y Empleo (MTE), el Ministerio Público del Trabajo (MPT) de Río Grande do Sul y la Policía Federal de Carreteras (PRF) de Brasil de en la localidad de São Marcos, de un asentamiento de “trabajo esclavo”, en Serra Gaúcha, estado de Rio Grande do Sul.
Uno de los trabajadores rescatados pudo contar lo que les tocó vivir desde que salieron de sus casas, hasta que fueron rescatados del establecimiento rural donde estuvieron una semana.
“Fue horrible…a nosotros nos salió todo mal desde el primer día que salimos de nuestra casa… ya hace que casi un mes que salimos de Posadas con el sueño de trabajar en Brasil”, contó el hombre que decidió mantenerse en el anonimato por cuestiones de seguridad.
La necesidad tiene cara de hereje. Con una familia que mantener, la oferta de trabajo le llegó vía Whatsapp, donde un supuesto contratista le ofrecía, además del trabajo bien remunerado, traslado y estadía, por lo que no dudó en emprender viaje.
Inicialmente, debían pasar en balsa desde la localidad de El Soberbio y, una vez en el lado brasileño, los buscarían para ir directamente a la cosecha. No obstante, el contacto nunca apareció y estuvieron una semana viviendo en la terminal soberbiana, con ayuda de la gente del lugar.
Ellos los ayudaron a llegar a Bernardo de Irigoyen, donde les surgió otra oferta para ir a trabajar en el vecino país, por lo que pasaron otros tres o cuatro días en la terminal de este municipio, donde el contacto les fue a buscar a los 22 misioneros, donde se encontraba un menor de edad.
“El contratista que nos trajo es de Colonia Laguna Azul cerca de Irigoyen. Él nos contactó un día viernes cuando estábamos en la terminal de Bernardo (Irigoyen) y ahí nos llevó a Laguna Azul, donde vivimos tres días”, recordó.
Esta estadía temporal fue el primer bocado de lo que les tocaría vivir más adelante en San Marcos. “Era una casa súper precaria, parecida a la que nos tenía en Brasil, ahí en Laguna Azul, no teníamos agua tampoco, le pedíamos a los vecinos para tomar y cocinar, y para bañarnos sacábamos de un pozo. No teníamos baño, hacíamos las necesidades en el monte y esperamos a la noche para bañarnos fuera de la casa, para no incomodar a los vecinos”, rememoró.
Un martes de madrugada cruzaron de manera ilegal la frontera y viajaron los 12, por más de 14 horas, en una combi pequeña y en un Fiat Uno y donde estuvieron cerca de chocar contra un camión.
“Supuestamente él (el contratista) nos había dicho que ya tenía casa y todo para nosotros y acá en Brasil nos enteramos que no había tal casa. En Argentina nos dijo que nos pagaría 6 o 7 reales por caja, o sea la uva se cosecha en cajas, que nos iba a dar libre el alquiler y la comida y, cuando llegamos acá, nos encontramos con otra cosa”.
El testimoniante explicó que, en cierto momento, necesitaba dinero para enviarle a la hija que estaba enferma, pero su encargado se negó y le dijo que no había plata porque “yo le debía todo, incluido el viaje y todo el pago de la casa que parecía un gallinero”, manifestó.
Los trabajos no eran fáciles. Trabajan desde las 6 de la mañana a las 18 horas, la movilidad era igual de hacinada que la estadía y su alimentación se basaba en pan con mortadela. “La única manera de salir era con vehículo, porque estábamos lejos del pueblo”, indicó.
A pesar de lo vivido, agradeció la hospitalidad de los brasileños que les ayudaron a salir del lugar. “Yo me escapé y me fui con un brasileño que nos atendió de diez, ellos no esclavizan ellos te atienden desde las 5 de la mañana hasta la noche, te dan todo los alimentos y te dan un lugar digno para vivir”.
Según relató, entre cuatro decidieron salir por el campo con los bolsos hechos, donde fueron encontrados por el contratista que les dijo que les pagaba el boleto para Argentina, pero ellos solo fueron a la terminal hasta Caixa, donde esperaron a que llegue la policía a rescatar a sus compañeros.
“Una vez que le rescataron a ellos aparecimos nosotros que estábamos escondidos en otro lugar que nos ayudaron, por miedo”, señaló.
Actualmente aseguran encontrarse bien, contenidos y con custodia a la espera de que le puedan asegurar un retorno seguro al país. “Los brasileros no tratan bien, estamos custodiados y ayudados todo el tiempo, sin palabras para ellos, quien nos cagó fue el argentino”, sentenció finalmente.
Temor por sus seguridad
A pesar de ser asistidos por las fuerzas federales brasileras, los trabajadores temen aún por las constantes amenazas que reciben por parte de los contratistas. “Nos amenaza porque tiene gente en la frontera, hay cambistas que recluta gente para él y tiene muchos familiares por ahí”, explicó el trabajador que se animó a denunciar la situación que atravesaban con la Justicia brasileña.
“Pero por el momento estamos bien nos tratan muy bien y nos proveen comida, refugio y demás. Estamos con custodia federal porque nos amenazan constantemente que cuando pasemos a Argentina nos van a hacer boleta”, indicó otro de los trabajadores rescatados quien también desea mantenerse en el anonimato.
“Estamos muy asustados y bajo tratamiento psicológico, ya pedimos custodia policial por miedo a los sicarios. La gente del que nos trajo a trabajar son muchos y tienen mucho dinero como para mandar a hacernos daño, queremos más custodia policial porque estamos expuesto. Nosotros ya tenemos miedo porque cada vez se está haciendo más público y el que nos trajo ya hacía 12 años que trabajaba en las cosechas y los colonos lo conocían”.
Según explicó el primer testimoniante, su contratista se hacía llamar y todos lo conocían en Laguna Azul, como Carlitos Vargas. “Acá la federal cuando le detuvo dijo que tiene muchos nombres que iba cambiando de identidad”, indicó.
Pese al mal trago, mencionan que los brasileros lo trataron bien y no tienen la certeza de que el dueño de la estancia donde cosechaban sabían de la precariedad en la que estaban. “El dueño de donde vivimos sí sabía, pero no sé que trato tenía con nuestro contratista. Ahí en el campo que vivimos no trabajamos, solo vivíamos, y a las 5 de la mañana salíamos a otros campos donde cosechábamos”.
Trabajadores de Piray
Este medio extraprensa pudo acceder a trabajadores oriundo de Piray donde también se trasladaron al sur de Brasil y lindantes con Misiones, donde le prometieron que cobrarían en reales, contarían con casa amueblada, tv por cable, alimentación y cobro en reales por su trabajo.
La realidad les indicó que al llegar al lugar de trabajo, el hogar donde vivían era deprimente por las instalaciones, la comida de mala calidad era cobrado en un precio mayor al de un restaurante, se les descontaba todos los insumos que el contratista le hacía entrega.
El cobro percibido por su trabajo, restado los gastos que demandaba su estadía, era ínfimo lo que percibía de bolsillo y nada se parecía a la promesa de lo que le indicaban al momento de ser contratados. Todo lo percibido por el trabajador y el descuento era administrado por el contratista a los que se contactaron los trabajadores.
El lugar donde trabajaban como el trabajo realizado, jamás fue visitado por el dueño del predio, por lo que no sabían si su situación era conocido de trabajo esclavo que eran sometidos por parte del propietario de la plantación.
Apenas percibieron sus haberes y contaron con los medios económicos para solventar el costo del traslado, se trasladaron nuevamente desde el Estado de Rio grande Do Sul hacia su localidad.
Fuente: Primera Edición y Redacción