Durante los primeros dos meses el año, gran parte de la ciudad de Montecarlo se ve afectada por la aparición de la llamada oruga pollo o gusano peluche, situación que se incrementó en relación al año 2019. Desde el municipio manifestaron que los más afectados son los barrios de la zona sur, quince en total, cinco más de los registrados en el período del año pasado.
“Aparecieron en muchos barrios pero la zona sur tiene mayor cantidad. Por ejemplo en Colonia Itacuruzú, Los Laureles, Henter, 9 de Julio, Martín Fierro, entre otros. Por ello venimos trabajando en las fumigaciones, no solo para prevenir el dengue, si no también por este tema. Hay lugares que aparecieron muchos y otros barrios unos pocos ejemplares”, manifestó Daniel Montero, jefe del Área de Saneamiento Ambiental de la Municipalidad de Montecarlo.
El contacto con las personas muchas veces se da en situaciones relacionadas a cuando están desarrollando tareas en los jardines, aunque algunas otras orugas caen de los árboles y arbustos sobre los individuos o simplemente aparecen en el suelo. Hay que tener especial cuidado con los niños, dado que el gusano es llamativo a simple vista por lo que los menores están más propensos a agarrarlos con las manos o pisarlos.
En el Hospital de Área de Montecarlo llevan atendidos varios casos de personas de diferentes edades -aunque no llevan un registro exacto- que tuvieron contacto con el gusano en lo que va del verano. Según pudo constatar El Territorio, la gran mayoría llegó con alguna molestia en las manos ya que lo tocaron sin darse cuenta haciendo alguna tarea en sus hogares.
“El gusano pollo no pica, es un roce del pelo con la piel, cuando tenés ese roce te vas a dar cuenta porque se siente ardor y dolor. Si uno se da cuenta que tuvo roce con el gusano lo primero que hay que hacer es buscar una cinta adhesiva, de embalaje o que tenga pegamento y apoyar sobre la zona para tratar de sacar los pelos que pudo haber dejado el gusano en la piel”, explicó Andrea Rohrmoser, jefa de Área Programática del Hospital.
La profesional además manifestó que tras el roce, “la gente acude al hospital donde le ponemos corticoide y antiinflamatorios para calmar el dolor. Puede ser complicado para las personas que tienen alergias”.
“La oruga pollo produce una reacción alérgica molesta y dolorosa y todo depende de qué parte del cuerpo rosó, cuánto fue el contacto con el gusano y también depende del umbral de dolor de cada uno, que algunos lo tienen bajo o su expansión de contacto fue grande, entonces obvio que la reacción va a ser más dolorosa y molesta”, detalló Rohrmoser.
Finalmente, destacó que el roce produce enrojecimiento en la piel, inflamación y dolor, en algunos casos solo en la zona afectada y otros en todo el recorrido nervioso de la zona donde tuvo contacto, también el dolor depende la edad, la zona y el tamaño afectado.
Por desmonte, a la zona urbana
En una entrevista reciente con este medio, la bioquímica María Mercedes Martínez, especialista del Instituto Nacional de Medicina Tropical que investiga a la oruga pollo y a la taturana, había indicado que la aparición de este artrópodo en las zonas urbanas se deba probablemente a un desequilibrio ecológico.
“Por ejemplo ante el desmonte y por falta de alimento migran a las zonas urbanas donde se convierten en plagas, pues disponen de hábitat, de alimento y no está la especie controladora que mantenía el equilibrio en el monte”, había sostenido.
Por otra parte, había detallado su comportamiento. Esta oruga es un lepidóptero (mariposa) cuyo ciclo de vida atraviesa diferentes formas, el adulto es la polilla (mariposa nocturna) que pone huevos y de estos luego emergen las orugas, las que sufren sucesivas mudas y finalmente forman un capullo o pupa del cual nacerá el próximo adulto. “Las luces del domicilio son un factor que favorece el ciclo cercano al domicilio, pues las polillas son atraídas por las luces. Otro factor son las hojas de los árboles y plantas del patio, pues las orugas se alimentan de estas, son fitófagas”, había explicado.
Y se había explayado respecto a lo que produce: “Al rozar las cerdas (pelos) de la oruga, éstas se quiebran y liberan el veneno que produce una quemadura dolorosa inmediata, a la vez el veneno puede causar dolor que se irradia a los ganglios más próximos y también pueden producirse manifestaciones generales como náuseas, dolor de cabeza, hipertensión, etcétera”.
De acuerdo a la investigación que lleva adelante en el Laboratorio Municipal de San Ignacio, observó que en esa localidad que particularmente en casos de hipertensión, diabetes y alérgicos se pudo constatar la exacerbación de síntomas y descompensación.
Fuente: El Territorio.