Alejandro Rebossio, reconocido periodista especializado en economía y corresponsal de la Deustche Welle (TV Pública de Alemania), llegó a Misiones entre el 17 y el 19 de marzo pasado para cubrir la crisis yerbatera, y escuchar todas las campanas. En exclusiva para Plan B, escribió un artículo con su mirada de la cuestión.
No es la primera vez que vengo a trabajar a Misiones desde que hace nueve años soy corresponsal del canal de la televisión estatal alemana para el extranjero Deutsche Welle (DW), que ustedes pueden ver en español por cable, satélite o redes.
Es la cuarta vez. Pero esta es la primera oportunidad que vengo a conocer los yerbales donde se produce la materia prima de la infusión nacional, la yerba mate.
En estos nueve años en DW recorrí 22 de las 23 provincias argentinas narrando historias de Argentina que interesan fuera de nuestras fronteras -aclaro que soy argentino, aunque también alemán, por mi abuelo materno- y, en este caso, llamó la atención a mis jefes en Berlín de esta protesta de los colonos, pequeños agricultores, como los que existen muchos en Europa y pocos en nuestro país.
En Alemania y el resto de la Unión Europea se subsidia desde hace décadas a los que cultivan la tierra y crían animales.
Se entiende que es una manera de mantener la vida rural, su cultura, su economía, y así evitar la migración de la gente del campo a la ciudad.

Fuera de Europa, se la acusa y con razón de ser proteccionista con estas ayudas, de que ellos pida que los demás liberalicen sus economías, pero siguen con su agricultura y su ganadería cerradas, pero para los pequeños agricultores europeos es su método de supervivencia.
En la Argentina no hubo ni hay plata del Estado para ayudarlos, pero con el precio sostén de la yerba mate, que se creó en 2002 y se eliminó el año pasado, se les aseguraba un ingreso a los yerbateros que ahora ya no tienen.
¿Ese subsidio indirecto a los colonos era asumido por la industria, cuyo 50% está en manos de tres empresas, o por los consumidores de todo el país?
Dado que el precio de la hoja cayó 67% y el paquete de yerba subió 63%, menos que la inflación, pero con un impacto de baja del 9% del consumo, pareciera que lo que dejaron de cobrar los yerbateros lo embolsaron las industrias y parte de los que toman mate.
Pero más allá de los números fríos, vine desde Buenos Aires para ver con mis propios ojos el corte parcial de los colonos en la ruta nacional 14, entre Campo Grande y Campo Viera.
Había leído en las noticias que en otro piquete hace un par de semanas habían detenido a cuatro.
Esta vez vi que los yerbateros hacían su asamblea en la mitad de la calzada, quemando gomas, pero en la banquina, dejando pasar a los autos y camiones, sólo impidiendo que pasen aquellos que venían con yerba.

Se respiraba a caucho quemado. Cuando yo estuve justo no pasó ningún camión yerbatero, así que no hubo conflicto. Pero ahí estaba la Gendarmería Nacional y la Policía provincial para controlar.
En el corte hablé con los colonos y las colonas. Muchas eran mujeres, que querían dar su voz. Pedí entrevistar a uno que los representara y designaron a Sergio Paul, que me contó el problema del precio y que su protesta era pacífica. También hablé con Hugo Sand y visité su chacra, en el acceso a Oberá.
Me recordó su lucha por establecer el precio sostén hace 23 años y me explicó que esta no era una batalla por el valor de la hoja sino que la industria venía por sus tierras, según su parecer.
Es decir, una disputa entre David y Goliat, la de 12.000 pequeños productores contra tres grandes empresas, Liebig, Las Marías y La Cachuera.
Uno de los colonos me contó que el Gobierno nacional no atendía su reclamo, pero tampoco el de Misiones: “‘Jódanse por haber votado a Milei’, nos dicen en el gobierno provincial”.
Antes de irme a la chacra de Sand conversé con un tarefero que se había ido a solidarizar con sus patrones. Se llamaba Leónidas Ramón. Antes de ser corresponsal de DW, lo había sido del diario español El País, y había visitado hace diez años a los tareferos, el hilo más delgado de esta cadena productiva.

En aquel entonces, los tareferos denunciaban condiciones de explotación de los colonos. Ramón me contó que si a sus patrones les pagaban mal, a ellos les iba peor.
Del corte de rutas fui a la chacra de 24 hectáreas de Sand, donde cultiva y practica la agroecología y produce no sólo yerba sino también té y cría vacas y ovejas. Ahí donde se respira aire puro, Sand sostuvo que busca estar bien con “el de arriba”, entre los seres humanos y con la Pachamama.
Después rumbiamos para Oberá. Queríamos escuchar a los consumidores y entrevistamos a los clientes que salían de un supermercado.
Un varón joven defendió la libre competencia. Dos personas mayores criticaron que sus vecinos yerbateros ganaron poco y que la industria importara de Paraguay y Brasil y les cobraran mucho a los consumidores.
Nuestra visita finalizó en Posadas, en la torre donde tiene su oficina el abogado Adrián Núñez, presidente de La Libertad Avanza en Misiones. Defendió la desregulación decretada por Javier Milei.

Sostuvo que el precio sostén no sirvió para mejorar la competitividad, la comercialización ni la exportación de yerba mate, mientras el paquete se encarecía en el mercado interno.
Le pregunté por la protesta de los colonos y respondió: “Hay que encontrarle una solución a eso, pero no pasa por regular nuevamente el precio porque demostró que la industria no creció. Entonces lo que creo es que el tiempo dirá si la industria se va a transforma para lograr mayor competitividad y mejores precios para los productores”.
Habrá que ver si hay tiempo y qué van diciendo los tiempos.
Alejandro Rebossio es periodista especializado en Economía. Es corresponsal para la Argentina de la Deustche Welle (la televisión pública alemana), fue corresponsal de El País de España. Durante muchos años trabajó en el diario La Nación en la sección Economía y fue editor de dicha sección. Publicó libros (entre otros, “Estoy Verde”, junto al periodista y economista, Alejandro Bercovich). Y viajó en cuatro oportunidades a Misiones, para reportar fundamentalmente sobre la vida en la chacra para el público internacional.