Sergio Massa derrotó a Javier Milei, pero la victoria en el debate no garantiza su triunfo en la segunda vuelta. El candidato oficialista demostró su conocimiento del Estado y la agenda internacional, frente al líder de La Libertad Avanza que no aprovechó la situación de la economía, la crisis interna del Gobierno y los casos de corrupción que golpean a Unión por la Patria.
Si la lógica electoral de los últimos 40 años estuviera vigente, Sergio Massa y Javier Milei no serían candidatos de un balotaje presidencial. Massa es ministro de Economía con una inflación descontrolada, mientras que Milei habla con su perro muerto cuando se siente sólo. Sin embargo, en seis días, Massa o Milei será presidente electo.
El debate desnudó la ignorancia de Milei sobre el funcionamiento del Estado y las reglas de juego que se aplican en el tablero internacional. Y también exhibió su incapacidad para entender la estrategia de su adversario y corregir los errores en tiempo real.
Massa uso todo el bloque sobre Economía -que era su flanco débil- en interpelar a su adversario y no tuvo que responder sobre la suba de precios, la pobreza, el acuerdo con el FMI y los incontables tipos de cambio. Milei se plegó a la estrategia del jefe del Palacio de Hacienda, y en lugar de explicitar los números básicos de un programa económico que está hundido, contestó las preguntas que Massa disparaba con la precisión de un francotirador.
El candidato de La Libertad Avanza diseñó mal la táctica de debate. Y su error básico fue el manejo amateur de la información. Era obvio que Massa apelaría a la figura de Francisco para acorralar al candidato de La Libertad Avanza, que balbuceó una respuesta débil y sin fundamento canónico. En cambio, Milei podría haber replicado con un dato que tiene certeza: Massa nunca fue recibido en Santa Marta, y Francisco todavía no está dispuesto a conceder una dispensa papal.
Milei también demostró su escaso conocimiento en la agenda geopolítica. Ya bloqueó su diálogo presidencial con Lula da Silva y Xi Jinping, y anoche avanzó en un andarivel que lo llevó a un escenario distópico: el candidato aseguró que si es Presidente sólo tendrá relaciones exteriores con democracias, lo que deja afuera a todos los países de Medio Oriente con excepción de Israel.
Es decir: Hamas tiene supuestamente 21 rehenes cautivos en los túneles de Gaza. Y si Milei sucede a Alberto Fernández, esos secuestrados quedaron librados a su suerte: la organización terrorista negocia con Qatar, que es un emirato y no funciona como una democracia. Entonces, Milei no podrá dialogar con ellos, que están más cerca del califato que de la división de poderes.
Massa llegó mejor preparado al debate, y ocultó los detalles públicos de su programa económico. El candidato oficialista no hizo referencia al gobierno -que forma parte-, ni tampoco a Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, que se odian y transformaron a la Casa Rosada en un campo de batalla. Massa obvió el tema -era toda pérdida- y Milei no preguntó. Nada. Ni siquiera sobre los jueces espiados, el yate que uso Insaurralde y las actividades extra bancarias de Chocolate.
Con un escenario sin obstáculos a la vista, Massa llevó a pasear a Milei. Y Milei aceptó el tour con una inocencia política que da ternura. El candidato libertario elogió a Margaret Thatcher junto a Ronald Reagan, que desde la Casa Blanca fue clave en el plan de guerra que ejecutó la primera ministra británica en las Islas Malvinas.
Sin el aval tácito de Reagan, Thatcher no hubiera hundido el crucero General Belgrano, que estaba fuera de la zona de guerra establecida. La primera ministro no sólo rompió las leyes internacionales, sino que además detonó un eventual acuerdo de paz transitorio que se estaba negociando en las Naciones Unidas.
Massa y Milei plantearon el debate para seducir al electorado blando que les puede permitir alcanzar la Presidencia. Ese electorado puede ser impasible ante un cambio inédito en las relaciones bilaterales que propone Milei con China o Brasil. Y lo mismo sucede con Massa y su agenda de acuerdos comerciales, sin importar que el eventual socio sea una democracia, una dictadura, una monarquía o un estado fallido.
Pero la atención cambia cuando se trata de las Islas Malvinas y su historia reciente. Thatcher es enemiga de la Argentina -aunque ya esté enterrada en el Royal Hospital Chelsea-, y el panegírico que le hizo Milei jugará en su contra. A nadie le importa que haya empujado el Muro de Berlín junto a Reagan y Juan Pablo II: ella hundió el Belgrano. Punto.
En un escenario tradicional, el triunfo de Massa en el debate debería contar a favor en las elecciones del domingo. Así sucedió cuando JFK derrotó a Richard Nixon, Bill Clinton a George Bush (padre), Dante Caputo a Vicente Leonidas Saadi y Mauricio Macri a Daniel Scioli, por citar casos paradigmáticos de Estados Unidos y Argentina.
Sin embargo, la política argentina está crispada y la derrota que sufrió Milei en la Facultad de Derecho no debería implicar que Massa lo vencerá en el balotaje. Ambos candidatos son atípicos, en una coyuntura que desafía el registro histórico.
Eso explica que un columnista polémico y un complicado ministro de Economía puedan ser jefes de Estado. En seis días habrá presidente. Infobae