En Posadas, la comunidad laosiana en Argentina está construyendo la estatua de Buda más grande de Latinoamérica. Tiene 14 metros de alto y seis de ancho, y está sobre la entrada del templo que construyeron en Posadas, en 1997. ubicado frente al Barrio Itaembé Guazú, camino a Corrientes.
Después de seis años, durante los que trabajaron todos los fines de semana, acaban de terminar de pintarlo, y el próximo paso será darle bendición. El 3 de Febrero, como cada año, los laosianos del país se juntaron en la fiesta anual que hacen cada febrero, en la que se encuentran y mantienen vivas sus costumbres. “Cada año nos encontramos la segunda semana de febrero. Viajan desde otras provincias a Posadas, donde está el templo. Nos conocemos entre todos, porque somos pocos”, cuenta Pong Bounchanavong (50), un laosiano que vive con su familia en Oberá, a unos 100 kilómetros de Posadas, donde tiene un local de ropa. Y es uno de los que durante todos estos años estuvo construyendo la estatua de Buda.
Los laosianos llegaron como refugiados a finales de la década del 70 y la mayoría se instaló en Misiones, por las similitudes que el lugar –el calor– y la comida tenían con su tierra. “Acá seremos unas cien familias, pero también hay laosianos en Chascomús, Santa Fe, Córdoba, San Luis, Cipolletti. Este fin de semana, todos están acá en Posadas”, agrega Pong. La estatua del Buda, casi terminada, es uno de los atractivos de la fiesta. Y si bien no todos siguen siendo budistas, son respetuosos de sus costumbres y creencias. Otros van al templo todos los fines de semana, a meditar, y aprender de los monjes.
La construcción del Buda la empezaron hace seis años. Trabajaron a voluntad, con lo que cada uno podía aportar, desde materiales hasta tiempo y trabajo físico; solo los fines de semana, en sus tiempos libres.
Así fueron construyendo la enorme estatua, que ya tiene la base del color dorado que buscan darle. Los laosianos llegaron al país a finales de la década del 70, como refugiados de la guerra de Vietnam, que dejó un país devastado por los bombardeos, y un conflicto interno con el régimen comunista persiguiendo a quienes fueron aliados de Estados Unidos. Con las fronteras cerradas, muchas familias laosianas empezaron escaparse, cruzando por el río Mekong desde Laos hasta Tailandia. Desde Naciones Unidas se hizo un llamado para recibir refugiados del sudeste asiático.
Y la Argentina, entonces bajo la dictadura militar, fue el único país que respondió. Así, unas doscientas familias de laosianos llegaron al país, con la promesa de casa y trabajo en 1979. La mayoría fueron a trabajar al campo; pero sin hablar el idioma, los tratos con los patrones no eran fáciles al principio. Cuando llegaron, Pong y su familia se quedaron casi tres meses en Ezeiza. Después fueron a Córdoba, casi un año. Volvieron a Buenos Aires, hasta que finalmente se instalaron en Misiones, donde vive la mayoría de los laosianos. El calor de esa zona, y la comida –el mango y la papaya–, les daban cercanía con su país. Aprender el idioma y las nuevas costumbres no fue simple, ninguno hablaba español, y eso complicaba hacerse entender en el trabajo o el trato cotidiano.