Hace dos meses y siete días, Thiago Cerpa, de 3 años, llegó al Hospital Pediátrico de Posadas. En ese entonces no había esperanza: se había caído en una olla de grasa de chancho hirviendo mientras se encontraba jugando con sus hermanos en su casa, en una chacra de Bernardo de Irigoyen.
El panorama de aquel 7 de septiembre, día en que ocurrió el accidente, fue el más desalentador: los médicos le dijeron a Ramón, su papá, que preparase a su familia porque de aquella noche no pasaba. Nadie podría imaginar el desconsuelo del hombre en esas horas, quien estaba convencido de que eran las últimas de su pequeño hijo. Pero esa historia, que parecía no tener vuelta atrás, dio un giro inesperado.
El pequeño había llegado al nosocomio con un 70 % del cuerpo quemado y, en la actualidad, ese porcentaje se redujo a 20.
Luego de varias entradas al quirófano, Thiago comenzó a recuperarse y, después de diez días de cuidados intensivos, pasó a la Unidad de Quemados, donde aún permanece. Cuando vio llegar al equipo periodístico de El Territorio abrió sus grandes ojos negros y comenzó a llorar, pensando que le iban a dar un pinchazo, pero su papá le explicó que no había por qué temer y entonces se tranquilizó.
Su pequeñez en esa cama enorme y su cuerpo vendado son una bofetada para cualquiera, un mensaje que deja entrever lo que supone estar vivos y el ejemplo de alguien que se aferró a este mundo con uñas y dientes.
Entre la vida y la muerte
La tarde del accidente era una más para la familia Cerpa, compartiendo un momento juntos en la chacra y trabajando con grasa. “Habíamos matado un chancho grande y teníamos 120 litros de grasa hirviendo en una olla; él se fue atrás de las hermanas, se tropezó y se cayó de espaldas adentro de la olla”, dijo Ramón con su portuñol tan característico de la zona misionera fronteriza con Brasil.
Entonces comenzó el trajín. En medio de la desesperación, se subieron a la camioneta y lo llevaron al hospital local, donde les dijeron que no podían hacer nada. Según contó Ramón, quiso llevarlo a atenderse en Brasil, donde tiene familia, pero lo convencieron de trasladarlo al Samic de Eldorado y allí le hicieron una limpieza. “Él no aguantaba más el dolor, llegó desmayado”, recordó su papá.
Finalmente, arribaron al hospital de pediatría de Posadas, donde quedó en cuidados intensivos, pero “estaba más muerto que vivo”.
“Nos dijeron que se iba a morir, que no tenía salida. La doctora me dijo: ‘Avisale a tu familia que de mañana no pasa’”, explicó. Pero entonces ocurrió el fenómeno: los días comenzaron a pasar y Thiago seguía vivo. “Es un milagro”, consideró Ramón.
Su evolución médica
El niño es sometido a una intervención quirúrgica cada 48 horas, aunque ya tiene menos del 20 por ciento del cuerpo quemado. Debido a la gravedad de sus lesiones, se volvió una tarea compleja realizarle los injertos, ya que es un trabajo que se realiza tomando partes sanas de su propia piel, pero se necesita recuperar las que aún no sanan.
“Están esperando que se vaya mejorando para poder sacar más”, informaron desde el servicio de enfermería. Sin embargo, su estado anímico es admirable; se alimenta perfectamente, llora, se ríe y conversa con su papá, quien no se movió ni un minuto de su lado.
En cuanto al alta, aún no hay fecha, ya que hay partes en la espalda (la zona más dañada) y la nalga que todavía faltan recuperarse. “Cuando salga se le va a dar la medicación para las curaciones y dentro de siete días volvería para una evaluación en consultorio. Luego las visitas serán cada quince o 20 días, de manera progresiva, según su evolución”, sostuvo la enfermera que lo cuida.“Él es un gran quemado que sobrevivió, y lo ayudó el papá con su alegría”, valoró.
Ramón hace más de dos meses dejó la chacra y se abocó al cuidado de su niño; el hospital se volvió su casa. “Yo estoy solo acá, mi esposa y mi familia se quedaron porque tienen que trabajar, y ahora acá nomás es mi paradero, no salgo ni afuera, porque uno se pierde y él ya se asusta”, comentó entre risas. “Estoy tan contento, los cirujanos me dicen que no creían que él iba a salir y hoy lo ves y está sanito”, concluyó y sus ojos transmitieron un enorme sentimiento de júbilo.
Thiago ingresó con 2 años y cumplió 3 en el hospital, el 1 de octubre. Se volvió el mimado de los médicos y enfermeros, incluso de sus compañeros de habitación.
Todos esperan que su recuperación definitiva sea lo antes posible y pueda volver a su casa con su familia y llevar la vida de un niño de su edad. A pesar de la ansiedad de todos, el niño desafió a la muerte y, como dicen, vivió para contarla, aunque aún sea muy pequeño.
Fuente: El Territorio