Por primera vez, la Justicia procesó y encarceló a una red de senegaleses que operan en Argentina por el delito de tráfico de personas. Las víctimas fueron sus propios compatriotas.
Fueron unos 80 en total. Engañados y bajo el compromiso de pagar casi 6.000 dólares americanos y después de un largo y fatigoso viaje -que incluía sobornos, pasaportes falsos y hasta cruzar a nado ríos fronterizos- ingresaban al país de manera ilegal para ser explotados por la organización.
Las víctimas, lejos de recibir el trabajo prometido en empresas, hoteles y restaurantes, eran obligados a vender en puestos callejeros de mercadería ilegal, sin recibir prácticamente nada hasta saldar la deuda contraída con los traficantes.
Tanto es así que en uno de los doce allanamientos ordenados por el juez federal Marcelo Martínez De Giorgi, los investigadores del Departamento Unidad Federal de Investigaciones Especiales de la Policía Federal Argentina encontraron ocultos en la vivienda del jefe de la banda mafiosa unos 61 pasaportes adulterados de ciudadanos senegaleses que habían hecho ingresar a la Argentina de manera clandestina a través de pasos fronterizos con Brasil.
Otras once víctimas fueron rescatadas mientras eran explotadas en puestos ambulantes de localidades porteñas de Flores y Liniers o en provincias como Misiones.
Las víctimas fueron las que permitieron desbaratar a la banda mafiosa gracias a los descarnados relatos que realizaron en primera persona. La causa revela la realidad de la esclavitud de la era moderna: la Argentina es una escala de los traficantes de personas.
Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad de la Nación, reconoció que «este es un logro muy importante para nosotros ya que es el primer caso en la Argentina en donde senegaleses terminan procesados y con prisión preventiva por el delito de tráfico de personas».
La falsa promesa de ser refugiado
La investigación, según describe Martínez De Giorgi, comenzó por una denuncia realizada el 14 de febrero de 2018 por el entonces subdirector de la Dirección Nacional de Migraciones y presidente de la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE), el abogado Julián Curi.
Ante la CONARE, cinco senegaleses que buscaban ser beneficiados con el status de refugiados relataron con lujo de detalles la maniobra a través de la cual ingresaron al territorio nacional de manera irregular con el apoyo logístico de la organización trasnacional con bases en la Argentina.
Primero eran contactados en Dakar, capital de Senegal, por un cómplice de la banda. La promesa que recibían era que una vez que entraran a nuestro país, además de trabajo -gracias al cual saldarían rápidamente la deuda económica con los delincuentes conseguirían gracias a sus contactos ser considerados como refugiados y tiempo después, obtendrían el preciado certificado de residencia precaria, algo que nunca sucedió.
Antes de salir de su país, cada uno de los senegaleses recibía un pasaporte falso de la República de Gambia, país de África occidental.
La salida de Senegal se realizaba con esos pasaportes truchos. Había un truco. Ese pasaporte era la puerta de entrada a Latinoamérica: los ciudadanos de Gambia pueden ingresar a Ecuador sin el visado consular. Ecuador, sin embargo, era la primera de muchas paradas para los futuros esclavos después de salir del continente africano.
El «representante» senegalés del líder de la organización en Argentina era Ibou Diagne, quien está acusasdo de exigirle a cada uno de los «reclutados» la suma de 2.700.000 francos CFA -al cambio actual 4.617 dólares- una cifra impagable para los empobrecidos hombres que buscaban un futuro venturoso en América.
También le solicitó cuatro fotos y el pasaporte senegalés. No lo sabían, pero ese documento les iba a ser retenido al ingresar a la Argentina hasta pagar la deuda.
Todo lo requerido se lo entregaron a otro integrante de la organización, identificado en la causa como Aliou Djigo.
Un campamento en la selva: el mapa del tráfico humano
Después de cuatro meses de espera, Ibou Diagne, la mano derecha en Senegal del líder la asociación ilícita en la Argentina, les anunciaba a las víctimas que arrancaba el viaje al país de Lionel Messi.
Primero viajaron a la ciudad de Dakar. Allí se les entregaba el falso pasaporte de la República de Gambia, la reserva de un hotel en la ciudad de Quito, en la República de Ecuador y a cada uno 200.000 CFA -unos 342 dólares- que debían entregarle al policía del aeropuerto de Dakar para «realizar el registro de salida» sin inconveniente.
«Cuando salí del territorio senegalés pensé que viajaría directamente a la Argentina pero no fue así», le confió una de las víctimas al titular de la Comisión Nacional para los Refugiados y que después Martínez De Giorgi incorporó a la causa.
El senegalés, que en este caso habló bajo reserva de identidad, también contó que recién en el aeropuerto de Dakar se enteró que su primer destino era Ecuador.
«En ese momento el representante -del traficante que vivía en Bahía Blanca- me dijo que debía decirles a las autoridades migratorias que mi destino final era Brasil, no Argentina y que en Ecuador iba a haber alguien que me iba a recibir».
«Allí vi a una persona de esa nacionalidad en un cartel con mi nombre. Me llevó a un hotel, me sacó una fotografía con el celular y me dio un pasaje con un destino para mi desconocido y que no sabía leer. También me pidió una suma de dinero que no tenía y le entregué solo seiscientos dólares», continuó.
Más adelante, siempre en primera persona y a través de un traductor francés -ese es idioma oficial de su país, aunque también dominaba la lengua más popular de Senegal, el wolof- detalló que al otro día «abordé un micro y emprendí un viaje de un día y medio hasta una ciudad llamada Napolitano, la cual, después me enteré, es fronteriza con la República del Perú».
«Cuando bajé del micro no sabía dónde estaba, ni a dónde tenía que ir. Me quedé parado 15 minutos hasta que apareció una persona del lugar, me mostró desde el celular la foto que me habían tomado antes y me pregunto si era yo. Cuando le dije que sí, me hizo subir a un auto y me llevó a una casa».
Al ingresar a la vivienda, el hombre se encontró con otros ciudadanos senegaleses que también serían traficados a la Argentinapero que antes pasaría por Brasil. O al menos eso le dijeron. Pero a poco de retomar el camino, comprendería que aún faltaba mucha distancia por recorrer hasta llegar a la tierra prometida.
«En la residencia estuvimos unos treinta minutos hasta que otra persona, también ecuatoriano, nos pasó a buscar con una camioneta 4×4″.
«Nos trasladamos hasta las afueras de Napolitano. Allí nos encontramos con otra persona que nos pidió dinero para cruzar un río en bote. Como ninguno teníamos nada para darle, tuvimos que cruzar el río a pie y a veces a nadando. Nos dijeron que ese era un paso fronterizo sin control».
«Una vez que cruzamos el río, todos mojados y con hambre, otra persona que nos acompañó hasta una cabaña, no llegamos a secarnos cuando vinieron varios hombres con motos, eran peruanos. Nos llevaron hasta otro lugar donde había más ciudadanos de mi país».
Sin descanso alguno, los traficantes llevaron al numeroso grupo de senegaleses a otra terminal de micros dónde les entregaron pasajes con destino a la ciudad de Lima.
Mientras subían en caravana a los futuros esclavos de la globalización, otro integrantes de la banda los fotografiaba uno a uno.
De Lima, otro autobús los dejó en Cuzco. Para entonces, alguno de ellos había enfermado, necesitaban agua o comida. Pero no tenían un dólar encima y los otros pasajeros, lejos de ayudarlos, los despreciaban.
Ya en Cuzco, la capital «histórica» de Perú, otro de los delincuentes chequeaba la cara de los senegaleses con las fotos que había recibido desde Lima.
Las víctimas protestaron cuando se enteraron de que, después de una modesta comida servida en viandas de plástico; debían abordar un nuevo trasporte que los llevaría hasta Puerto Maldonado, una ciudad ubicada al sureste de Perú.
Después de una larga espera, se les acercó un taxista que dijo «era el encargado de llevar senegaleses».
Sin otra opción, y ya resignados a la voluntad de sus reclutadores, fueron alojados en una modesta casa y después a un hotel.
A la mañana siguiente, amontonados en un utilitario desvencijado, viajaron por caminos de tierra y pozos hasta San Francisco, una de las ciudades que limitan con Brasil.
Sin pasar por un control migratorio recalaron en Río Branco, la capital del estado de Arce, en el norte brasileño y una de las entradas a la selva amazónica.
El testigo, con lágrimas en los ojos, contó a las autoridades argentinas -que le negaron el estatus de refugiado, entre otras cosas por su ingreso ilegal al país- que durante dos día «estuvimos en un lugar similar a una densa selva y que llamaban ‘el campamento de los senegaleses'».
A partir de ese momento, la víctima es separada del resto ya que algunos se quedarían realizando trabajos forzados para aserraderos brasileños, y otros, al parecer,solo llegarían a Misiones donde servirían para trabajar como manteros para la organización.
Él, en cambio, viajó en micro hasta la ciudad de San Pablo, de allí a Curitiba y Baracao.
En esa ciudad, quien lo recibió marcó un número en el celular. Del otro lado lo esperaba la voz de Nar Dieng, un argentino naturalizado que desde hace 17 años vive en Bahía Blanca y al que el juez Martínez De Giorgi, procesó y encarceló como jefe de una asociación ilícita que traficaba de manera ilegal a personas.
También le imputo los cargos de contrabando de mercadería y falsificación de marcas.
La Dirección Nacional de Investigaciones, a cargo de Rodrigo Bonini, colaboró codo a codo con el juzgado para desmantelar a la mafia. Bonini destacó ante una consulta de Infobae el trabajo en equipo y «el abordaje Multidisciplinario para hacer frente al crimen organizado».
«La Justicia federal y los diferentes organismos federales que trabajaron en la investigación lograron identificar y desmantelar la fase local de una red transnacional dedicada al tráfico de inmigrantes, golpeando además en su sistema logístico y de distribución de mercadería ilegal», explicó Bonini.
La llegada ilegal al país
Después de varias conversaciones con su compatriota en Argentina, la víctima le contó al juez que «Nar Dieng me dijo que un taxi me buscaría en Baracao. Eso ocurrió casi dos horas después. Me llevaron a una casa y de allí, en otro auto, me cruzaron por un paso fronterizo sin control migratorio a la ciudad de Eldorado, en Misiones».
Un día después, el senegalés abordó por fin el micro de larga distancia que casi treinta horas después lo depositó en la terminal de Retiro.
Ya en presencia del jefe de la organización, el hombre llegado de Senegal, le pidió su pasaporte original. Nar Dieng, en francés le respondió con una frase que no olvidaría: «Aún estas en Senegal, no vas a tener tu pasaporte hasta que no saldes la deuda». Su desventura, como la de los otros casi cien senegaleses traficados e identificados por el juzgado de Martínez De Giorgi, apenas comenzaba.
Su testimonio y la de otros once que declararon ante el magistrado llevaron al descabezamiento de la red de tráfico ilegal de senegaleses, con parte de la venta ilegal de mercadería robada y falsificada en lugares como Bahía Blanca, Eldorado, Mar del Plata, Monte Hermoso y la ciudad de Buenos Aires.
También se incautó mercadería trucha valuada en más de dos millones de pesos y una investigación aún en curso que se centra sobre la figura de un tal «Fernando», quien sería «empleado o funcionario de la Dirección Nacional de Migraciones» con quien el jefe de la mafia senegalesa mantenía conversaciones.
Además de Nar Dieng, el juez procesó y dictó la prisión preventiva de Amar Dieng, hermano del anterior, quien colaboró con el traslado de las víctimas desde Misiones a Buenos Aires; y de Ibrahima Alpha Djigo, el encargado del cruce ilegal de los senegaleses desde Brasil.
En el procesamiento, el juez destacó como agravantes que la banda trata de personas lo realizaban «mediante la utilización de documentación falsa de diversas nacionalidades para la obtención de un beneficio económico; situación que se agrava como consecuencia de las necesidades económicas de las víctimas en su país natal,sumado a la inexperiencia y desconocimiento de estos sobre la regulación migratoria y el idioma castellano».
A la vista de todos.
En Eldorado es común ver personas de color en y alrededores de la Terminal de Omnibus y que se asocian a los senegaleses. Se los encuentra de a dos o tres y hasta diez personas.
Algunos deambulan en el lugar y se los ve intercambiar la moneda Real brasileña por el peso argentino, algo casi cotidiano y que pasa desapercibido.
Algo tienen común: son todos jóvenes, de no más de 25 años y la mayoría son hombres, con poca presencia de mujeres.
Los allanamientos que se realizaban a los locales de despacho de encomienda de la Terminal de Omnibus de Eldorado por las fuerzas federales era un hecho que se daba con asiduidad en un mes, por el contrabando de mercaderías de anteojos y zapatillas
Esclavitud moderna
La destacada investigación del juez Martínez De Giorgi no hace más que revelar una verdad que pocas veces se reconoce públicamente: el flagelo que viven los migrantes que son engañados y explotados por mafias trasnacionales.
Sobre el tema el secretario de Seguridad de la Nación Eugenio Burzaco asegura: «Venimos trabajando muy fuerte en esta problemática de esclavitud moderna. En la actualidad a nivel mundial pertenecemos a la categoría 1, que incluye a aquellas naciones que cumplen plenamente con los estándares para la erradicación de la trata de personas» y abundó: «Este esfuerzo nos ha permitido recuperar numerosas personas sometidas a distintas prácticas de trata laboral y sexual».
La ministra Bullrich, por su parte, reconoció que a su turno, que «En estos tres años de gestión hemos desbaratado muchas bandas de narcotraficantes e incautamos grandes cantidades de dogas. Esta vez después de una excelente investigación, se logró desbaratar una banda de senegaleses que realizaban tráfico de inmigrantes de su misma nacionalidad» y recordó que el trabajo del juzgado y las fuerzas de seguridad nacional «fue de mucho tiempo y mucha dedicación ya que se trataba de una red muy grande en nuestro país en donde tenían un sistema tan organizado que hasta les daban documentos falsos».
Fuente: Infobae y redacción propia.